❤ Mi diario: La enfermedad de querer llevar razón

Pensamientos y reflexiones sobre la vida
Tener siempre la razón, quedar por encima de los demás, imponer mi visión y pensamientos, cáncer de nuestra sociedad que expande sus tentáculos rápida y eficazmente.
Si grito más fuerte podré acallar las demás voces e impondré mi verdad sobre el resto y si no lo consigo los odiaré con saña, con fuerza destructora porque no hay tonalidades grises, estás conmigo o estás contra mí.  La rabia se apodera de mí con violencia extrema y sería capaz de agredir verbal e incluso físicamente.  En mi imaginación los he golpeado hasta la extenuación y he clavado la bandera del triunfo sobres sus convertidos cuerpos. Ya me siento vencedor porque la única verdad es la mía propia, ninguna más. ¿Cómo es posible que no vean y piensen como lo hago yo? ¿En qué mundo vivimos? ¿Se han vuelto locos? No me cabe en la cabeza, no puedo entenderlo.
Necesito gritar para imponer mis ideas porque son las válidas, las únicas buenas. Soy el héroe destinado a quitarles la venda a estos pobres infelices y descubrirles la verdad. Y la infelicidad, el rencor, la ira, la rabia y la frustración se apodera de mi vida, de cada poro de mi piel. Mi ego me domina volviendo mi verdadera esencia invisible.
Existen dos formas de vivir en este mundo, ser feliz o querer tener la razón y la elección de cual tomar esta en tus manos.
Es cierto que a todos nos satisface demostrar que tenemos razón, es un refuerzo para nuestra autoestima, sin embargo nos puede hacer perdernos en la desgracia, en la infelicidad y en la más absoluta soledad. Nos convierte en desestabilizadores de la armonía y especialistas en provocar continuas disputas en cualquier entorno o situación, volviéndonos  prisioneros en nuestro propio castillo. Nos produce la necesidad de validar continuamente nuestras ideas y opiniones, para retroalimentar ese círculo vicioso que nos absorbe la vida y la energía. Nos condena a la desdicha aislándonos de los demás y nos hace perder la salud física y emocional.  Se convierte en una necesidad adictiva, en una espiral de la que no podemos salir, refleja nuestras debilidades, nuestro exceso de ego y la falta de empatía de la que hacemos gala. El auténtico enemigo está en nuestra mente, somos nosotros mismos, es nuestro insaciable ego que necesita ser alimentado sin descanso.

Interiorizamos y asumimos las creencias como programas mentales que nos repetimos una y otra vez como un mantra, convirtiéndose en verdades absolutas para nosotros. Imprimiéndose a fuego en nuestro subconsciente, provocando que las defendamos contra quien se atreva a desafiarlas como si la vida se nos fuese en ello.
Es cierto que todos tenemos derecho a tener nuestras propias ideas y opiniones, esas que hemos creado con el tiempo y la experiencia y que tanto nos definen pero necesitamos saber dónde está el límite, no podemos permitir que nos secuestren y nos destinen a la más profunda  soledad.

La diversidad es bella y enriquecedora. Nos hace crecer, nos abre y expande la mente y la percepción del mundo. Evolucionamos continuamente, nunca dejamos de aprender. Viviríamos  100 vidas completas y seguiríamos aprendiendo.  Apegarse a un único pensamiento, a una única verdad, es ir contra natura contra la verdadera esencia de la humanidad y de la libertad individual, en definitiva contra nosotros mismos.

Levantemos la mirada y apuntemos más allá, aprendamos a convivir y fluir unos con otros enriqueciéndonos con la diversidad de pensamiento. Conectemos y creemos un pensamiento colectivo rico y tolerante que fluya con libertad y armonía. Seamos más felices y hagamos más felices a los demás.      

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