❤ Mi diario: Luchar y hacerte invencible

 
Pensamientos y reflexiones sobre la vida
Miedo, pánico… un escalofrío me atenaza el cuerpo, me cuesta respirar, siento que me ahogo, mis oídos son inundados por un zumbido que me aísla de la realidad. Siento una presión en el pecho y el estómago se da la vuelta. Mis ojos quedan fijos y por una décima de segundo se congela toda mi existencia. No puedo moverme, estoy bloqueada siento mi corazón retumbar con fuerza, es como si por un instante saliera fuera de mi misma y podría verme desde muy arriba., como si mirase a otra persona diferente... y de repente salgo a la superficie de forma violenta y doy una bocanada de aire, el oxígeno vuelve a mis pulmones siento la vida recorrer mi cuerpo de nuevo, el aire fresco, el sol en la cara y el cielo azul sobre mí.

Mi respiración se va regulando y poco a poco mi cuerpo se tranquiliza, empieza a razonar y a ver con nitidez.  Todo vuelve a fluir de nuevo, la danza se equilibra y el color regresa a mis mejillas así como a mi cerebro.

Creo que este estado lo he vivido antes, sentí lo mismo cuando era niña y estuve a punto de ahogarme en una piscina demasiado grande. Sentí la misma sensación, la impotencia de intentar amarrarme a algo o alguien que me ayudara a no hundirme, y por más que estiraba la mano y rozaba salvavidas no lograba amarrarlos con fuerza se me iban como el agua entre los dedos, estaba sola. Era mi responsabilidad salir de allí, nadie me ayudaría, dependía de mí misma. Fueron segundos pero yo los sentí como eternas horas en que solo luchaba por sobrevivir por seguir respirando mientras tragaba litros de agua. Hasta que el forcejeo y pataleo conmigo misma me llevó al punto seguro que perdí en un principio, que me mantenía sujeta y segura, el borde de la inmensa piscina, la sujeción que me guiaba en un primer momento. Lo apreté con fuerza, apoyé mi frente contra él y le di las gracias por volver a mis manos. Salí de allí y me tumbé al sol con mi pequeña barriga tan llena de agua que sobresalía redonda y sonora como la bota de agua caliente que mi abuela solía meter con ella a la cama. 
En ese momento no podía sospechar que esa sensación nueva para mí se repetiría muchas más veces en mi futura existencia, en mi camino por la vida, pero ya no había que tener miedo, si fui capaz de lograrlo una vez podría hacerlo las veces que hiciesen falta, me lo había demostrado a mí misma. Era fuerte y capaz de cuidarme, de salvarme, solo tenía que luchar, pelear y no rendirme para lograrlo.

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